R-3 EL HOMBRE
¡Qué suerte que Dios creara la especie humana!. Entre sus muchísimos inventos pensó en un ser, suma de átomos y de espíritu. Una especie entre los animales y los ángeles. Una especie con una potente fuerza espiritual que, recogiendo la información de lo que le rodea através de los sentidos, es capaz de razonar, sintetizar, extrapolar, sentir pasmo y admiración, gratitud y amor. Un ser que piensa, busca y cree en un Ser superior. Un ser libre. Un ser que decide. Puede comunicar verdad pero también mentir.
Este ser tan maravilloso es el señor de la tierra. Vive en ella. Obtiene beneficios de toda la creación y, la manipula y transforma.
Las moléculas, en todo ser vivo y en el hombre, están entre ellas enlazadas y relacionadas. Lo que percibe o sufre una repercute en todas las demás. Cuando una enferma, todo el organismo se pone en guardia y vence o es vencido.
El ser humano, como tal, vive en sociedad. Un individuo está de tal manera inmerso en el todo que continuamente da y recibe. Cada una de nuestras vivencias, físicas ó espirituales, repercuten sobre los demás. Cada decisión de un ser humano, fruto de su libertad, retumba como un eco, sobre el resto de la sociedad. Y esa repercusión pasa de un individuo a otro, y desde éste a otros… Así, de generación en generación. El ser humano es grande, grandísimo, en medio del mundo creado; y además, es grande y enorme su responsabilidad, como sujeto de decisiones, porque con ellas cada uno pone su grano de arena en la construcción del futuro.
Y ese ser humano es, por la Redención, hijo de Dios. ¡ Claro que Dios se lució en esa criatura!
Octubre 2008
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