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LA IGLESIA
Dios vió que el hombre era débil, y Jesús comprobó de cerca la fragilidad humana, y cómo el amor se rompe facilmente y crece el odio entre los hombres.
Cristo preparó a los Apóstoles para formar una comunidad que transmitiera la Verdad de generación en generación. Después de Pentecostés, el Espíritu Santo es el alma de este ente jurídico que agrupa a todos los bautizados “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Como sociedad humana ha sufrido todo tipo de vicisitudes a través de los siglos, y sus miembros, hombres libres, han realizado multitud de obras agradables a Dios, y también otras de las que avergonzarse.
Jesús fundó “Su Iglesia” y dijo a Pedro: “Yo te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mateo XVI, 18). En la Última Cena pide “¡Oh Padre Santo! guarda en tu nombre a estos que tu me has dado, a fin de que séan una misma cosa como nosotros somos” “Y como tú, oh Padre, estás en mi, y yo en ti, así sean ellos una misma cosa en nosotros” (Juan XVII , 11, 21.23). Luego, la unión en Dios es el “estado” natural de la Iglesia.
Los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las epístolas o cartas de San pablo, las de Santiago, Pedro y Juan; El Apocalipsis, los Concilios y los Sínodos: los escritos de los Pontífices y Padres de La Iglesia; el Derecho Canónico, los ritos litúrgicos, y los grandes escritores eclesiásticos han ido perfilando las características humanas y espirituales de esta sociedad. La Iglesia es heredera de la Antigua Alianza, y su específica misión es ayudar a la humanidad a ir hacia Dios. La Iglesia dispone de la fuerza de Espíritu Santo que, comunicada a cada hombre mediante la enseñanza de la Verdad y la administración de los Sacramentos, debe y puede ayudar al hombre, en todos los momentos de su vida; y La Iglesia como pueblo de Dios, en la solemnidad de la liturgia, adora y glorifica a Dios públicamente, y suplica, también públicamente, el auxilio de Su Misericordia para todos.
La Iglesia ha acogido en su seno a devotos y sabios, a teólogos, filósofos y santos, a hombres humildes y a seres brillantes que a través de los años han ido profundizando en la relación del universo con Dios. Ha conservado, y aplicado en cada momento de la historia, las enseñanzas de Cristo, de Dios hecho hombre, y ha mantenido, con la ayuda explícita del Espíritu Santo, la fe en el Dios único del pueblo de Israel: El Dios que ama a la humanidad entera y que, por la encarnación del Hijo, tiene por hijos a todos los hombres.
Respetemos la Iglesia y aprovechemos la ayuda que nos ofrece, por deseo de Dios, en nuestro caminar hacia el Padre.
Marzo 2009
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