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LA MUERTE DE CRISTO
La muerte es un hecho seguro e irreversible. Todo lo creado ha tenido un principio y tendrá un fin. Cristo era hombre y como hombre nació de Maria y murió en la cruz. Pero Su espíritu no era un destello de Dios, era Dios mismo. Ese Espíritu que vivificó su vida mortal era el mismísimo y completo Espíritu de Dios. El que murió en la cruz era Hombre y era Dios. El Hombre se desangró, el Espíritu se unió al Padre (del que realmente nunca se había separado).
Pero Jesús en la cruz clamó: “Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado” (Mateo 27,46) (Marcos 15,34). Jesús sintió el abandono, no fué un abandono real, pero su sensibilidad humana sufrió el dolor de la soledad, de la mayor soledad: la ausencia de Dios. San Marcos añade en su Evangelio capítulo 15 versículo 37: “Jesús, dando un gran grito, expiró. La Narración de Lucas es muy completa y precisa: nos habla del buen ladrón , de la respuesta de Jesús, de la actitud del centurión y de todos los presentes. Luego nos dice que “el sol se obscureció y el velo del Templo se rasgó por medio… y Jesús clamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto expiró. (Lucas 23, 45y46)
Consideremos lo siguiente: Jesús está agotado, siente la soledad de la misteriosa ausencia de Dios, pregunta por qué … pero muere diciendo “en Tus manos encomiendo mi espíritu”, Su muerte, sus últimos instantes son un autentico modelo para todos nosotros. Seguro que también nosotros moriremos, y seguro que nos preguntaremos por qué en aquel momento, por qué de aquella enfermedad, por qué de aquel accidente,por qué falta a nuestro lado aquel o aquella, por qué en aquel lugar … Señor, que con tu ayuda, podamos serenamente decir: “En Tus manos encomiendo mi espíritu”
Los bautizados, los que creemos en Cristo, padecemos los mismos problemas físicos, morales, sociales, que cualquier mortal, pero tenemos la enorme suerte de saber que Dios nos ama y que Cristo nos salvó: libremente podemos pedir Su ayuda y confiar en El.
Que por Su misericordia sintamos siempre Su ayuda y protección en los últimos instantes antes de morir. Señor! Que tengamos el consuelo y la firme seguridad de encontrarnos pronto con Dios.La muerte de Jesús ilumine nuestro último aliento.
Febrero 2009
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