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LA PASION
La Pasión de Jesús, esos dos dias terribles, grandiosos, gloriosos, que tuvieron a todo el Universo en vilo; ¿Qué pasaba?, ¿Qué ocurría?, ¿Cómo la contemplaron los Angeles? Los hombres no sabemos como explicarla, ni entenderla.
Jesús, como hombre, recibió las simpatías y los odios de los que le rodeaban. Y como hombre divino no pudo odiar, solo comprender y perdonar a los que le hacían daño. ¡Qué horas tan sublimes las de la Ultima Cena con sus amigos, despidiéndose de ellos, dándose a ellos! Conocía a donde iba El y veía qué sería de éstos, sus discípulos. Sus sentimientos como Hombre-Dios debieron de ser extremos: angustia, valentía, temor, obediencia y un enorme amor inconmensurable.
En toda su vida, Jesús, el Cristo, el Mesías fue el Redentor de la humanidad: alcanzó el justo perdón de todos nuestros pecados, y consiguió que fuéramos admitidos por Dios como hijos. Además, nos enseñó la Verdad de toda la existencia y el Camino a seguir para encontrarnos con Dios. Fué nuestro Modelo, nuestro hermano mayor. Aquí, en la Pasión, traspasa toda medida y es la Vida eterna lo que nos ofrece, y para que podamos alcanzarla nos gana la ayuda del Espíritu Santo.
La humanidad ha sufrido y sufre. Durante toda la historia del cristianismo se ha meditado mucho y con detalles la Pasión de Cristo. En la actualidad, parte de la família humana, domina el frío, el calor; no tiene hambre, cualquier dolor tiene remedio y muere casi sin sufrir. Para esos hombres del siglo XXI Cristo ya no es un modelo de sufrimiento nunca superado: debemos contemplar de Jesús su integridad, su actitud, su aguante, su fortaleza frente, no sólo al enorme dolor físico sino también frente a las injurias, las mentiras, los desprecios, las burlas, las traiciones, el orgullo de los que creían actuar en la verdad… El conocía el corazón de todos los que le acusaban, El era inocente y pudiendo decir “¡Basta!” aguantó, porque era voluntad de Dios que hasta el último momento de Su vida como hombre, asumiera las consecuencias de las decisiones de los hombres libres que le rodeaban. Dios, también entonces, respetó la voluntad del hombre. ¡Qué misterio tan grande!
Dios hizo al hombre libre. El hombre Le ofendió libremente. Cristo libremente se supeditó a la libertad de los que en aquel momento le condenaban. Y la “saña” de los que le rodeaban nos da la medida de la maldad de nuestros pecados. ¡Señor, gracias! Ayúdanos a imitar Tu actitud frente a los problemas que continuamente nos asedian.
Febrero 2009
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