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LOS DIEZ MANDAMIENTOS
En la actualidad, en nuestros tiempos, ni se mencionan, ni se recuerdan los Diez Mandamientos. Lo primero que hay que señalar es que, siendo unas reglas expresadas en negativo, son el camino más luminoso, seguro e imprescindible para conseguir la paz y la felicidad en cualquier sociedad humana, sea grande o pequeña. Imaginemos una tribu, pueblo o nación en la que se cree en un Dios creador en cuya presencia se vive. En esta comunidad se ama y honra a todos los miembros de la familia; la verdad resplandece en toda relación humana; se respeta al prójimo y no se le calumnia, ni odia; donde ningún hombre mata a otro, ni antes de nacer, ni por poder, envidia y menosprecio; la sociedad protege y festeja la procreación, y es honorable la fidelidad matrimonial; nadie usurpa los bienes de otro y reina la justicia. Esta sociedad vive en paz y luchan todos unidos frente a las adversidades. El hombre tiene conciencia y, los pueblos primitivos reconocían seres superiores y, sabían lo que era bueno y lo que era malo. Todas las sociedades han tenido sus religiones y sus reglas de convivencia. Las más antiguas las conocemos a través de interpretar restos arqueológicos, templos, grabados, papiros. En el museo del Louvre encontramos la estela (piedra) negra de diorita en la que está grabado el código que proclamó Hammurabi para ordenar la convivencia de su pueblo. Israel sabe, desde que Dios visitó a Abraham, que es el pueblo de la Alianza y, cuando vagaba por el desierto del Sinaí, Dios habla a Moises (aprox. S.XIII a.C.) y le señala los mandamientos y preceptos que desea sean el marco de su explícita relación con Dios, y además le enseña las normas mínimas y necesarias para que conviva en paz. En el Exodo y el Deuteronomio encontramos escritas, con detalle, estas reglas. Este Código, se ha sintetizado en lo que conocemos como Los Diez Mandamientos, que son la expresión simplificada de la ley universal impresa por Dios en nuestra alma: eso es la conciencia, eso es la ley natural. El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración de los Derechos Humanos. Reconoce la dignidad humana, la igualdad de todos los hombres y el derecho a vivir en libertad, paz y justicia. Reconoce que todos tenemos conciencia y razón. A continuación aplica a situaciones actuales las ideas fundamentales del Decálogo. No se nombra a Dios pero se respeta la ley natural. Es la declaración de una civilización que cree que el hombre es poderoso y no necesita a Dios, y que solo precisa de unas normas de convivencia para no destruirse. Dios no estorba, Dios ayuda. Si en el siglo XXI pública y privadamente se aceptara la existencia de Dios, el hombre libre, dueño y cuidador de nuestro planeta, decidiría, escuchando su conciencia, aquello que agrada a Dios que es, en fin de cuentas, siempre lo mejor para todos. Y reinaría la paz entre los pueblos, en todos los pueblos y en todas las familias. Vayamos conscientemente hacia Dios y en el camino contemos con El.
Marzo 2014
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